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En esta columna, Llery Ponce, Educadora de Párvulos y Doctora en Psicología, Profesora Asociada del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile e investigadora CIAE, plantea los beneficios que tiene el juego de los niños para explorar ideas matemáticas.
Martina (4) y Javier (5) juegan en el patio a “cocinar”, su juego favorito. Javier hace comida con hojas y agua y se dispone a servir los platos cuando pregunta: “¿Cuántos somos? A ver… Uno, dos, tres y cuatro. Necesitamos cuatro platos”. Martina busca cuatro platos y los pone en el suelo contando: “uno, dos, tres, cuatro”.
Oscar (3) y Sofía (5) juegan en la arena. Están construyendo un castillo cuando una ola se acerca y casi les destruye su obra. Sofía dice: “Necesitamos una muralla más grande para proteger el castillo”. Javier busca su balde y juntos inician el nuevo reto.
Cuando los niños juegan se involucran intensamente en actividades como éstas, nadie podría dudar de la seriedad de su experiencia. Como el objetivo del juego lo ponen los propios niños, éstos tienden a poner metas que son lo suficientemente desafiantes para mantenerlos interesados, pero no tan difíciles como para estar por encima de sus capacidades. Perseverar en un problema, darle vueltas y abordarlo a través de distintas estrategias podría ser un aprendizaje muy valioso en esta etapa. Además, cuando el juego se desarrolla con “otros”, los niños pueden escuchar diferentes puntos de vista para abordar un problema y discutir diversas estrategias que les permitan resolverlo. Todos estos aspectos del juego pueden ser muy útiles tanto para aprender matemáticas, así como otros contenidos.
Los estudios (Clements & Sarama, 2005; Ginsburg, Inoue & Seo, 1999; Seo & Ginsburg, 2004) que han investigado las matemáticas presentes durante el juego libre de los niños han evidenciado que en éste se exploran contenidos matemáticos relacionados con: la clasificación (agrupar los objetos por alguna característica como el color, forma, olor o sonido); las magnitudes (al medir y comparar tamaños); la numeración (decir palabras numéricas, contar, leer y escribir números); la exploración de dinámicas (armar y desarmar cosas o explorar movimientos como “voltear”); explorar patrones y formas (observar los elementos que se repiten siguiendo “un patrón” o descubrir formas geométricas en el entorno); y explorar relaciones espaciales (describir o dibujar una ubicación o dirección).
La amplitud de ideas matemáticas que se elaboran durante el juego es impresionante. En los ejemplos iniciales, el juego de los niños fue una base muy enriquecedora para explorar ideas matemáticas a través de situaciones que eran interesantes y abordable para ellos. Todas estas experiencias cotidianas proveen el sustento donde se alojarán las ideas matemáticas más complejas que los niños y niñas aprenderán más adelante.
El juego en sí mismo no garantiza el aprendizaje de las matemáticas, pero es evidente que ofrece infinitas posibilidades. Podemos ayudar a “matematizar” estas experiencias en el mismo hogar y es precisamente en esta época estival que podemos ayudar a los niños creando estos espacios para que jueguen y exploren de forma libre.
Algunas recomendaciones:
Llery Ponce
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