Columna de opinión: La colaboración, parte importante de nuestro capital

12 de Mayo de 2021
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En esta columna, el director de la Iniciativa ARPA del CIAE y del CMM de la U. de Chile, Patricio Felmer, analiza la importancia de la colaboración en la educación.

La prueba PISA introdujo en 2015 una nueva dimensión en la evaluación de logros educacionales de los países: se trata de la resolución colaborativa de problemas. Identificada como una Habilidad para el Siglo XXI, la resolución colaborativa de problemas es clave para enfrentar los diversos desafíos que nos presenta el siglo. No podríamos imaginar la obtención de una vacuna contra el virus del Covid-19 sin una intensa colaboración científica en los laboratorios. No se podría imaginar el monitoreo de la evolución de los contagios en el país, sin la colaboración de matemáticos, cientistas de datos y epidemiólogos. En un plano más amable, son tantas las instancias de colaboración que ofrecen otras áreas, como la cultura, donde la colaboración de los músicos en una orquesta nos emociona, o los deportes, donde la colaboración de las jugadoras de un equipo de fútbol nos apasiona.

Porque esta habilidad es tan relevante para la vida humana en este siglo, es que la prueba PISA la considera en la evaluación de lo que han aprendido los y las estudiantes de 15 años. En 2015, los resultados de nuestros estudiantes al enfrentar un problema colaborativamente no fueron buenos. El 42 % de ellos se encuentra por debajo del nivel 2, lo que significa que muestran graves deficiencias en su capacidad para trabajar en equipo. Sin embargo, en la misma prueba, nuestros estudiantes se encuentran sobre el promedio OCDE en la valoración de las relaciones interpersonales. Al 93 % de los y las estudiantes les gusta colaborar con sus pares y el 81 % cree que trabajar en equipo aumenta su propia eficiencia.

Así, la prueba PISA nos muestra que la colaboración es parte de nuestro capital humano, una riqueza nacional y un importante activo. A los y las estudiantes chilenos les gusta colaborar y valoran la colaboración, sin embargo no saben colaborar para resolver problemas. Nuestra imperiosa tarea en la educación es entonces pulir este precioso diamante en bruto, que tenemos a disposición para mejorar el futuro de todos y todas como nación.

Pero surge una pregunta que pone en duda la novedad de esta habilidad, que ha sido declarada clave para el siglo XXI, porque la colaboración es natural y profundamente humana, nos ha acompañado a lo largo de toda nuestra evolución como especie (atributo que, no está de más señalarlo, se encuentra muy presente también en la vida animal, piénsese, por ejemplo, en las estrategias colaborativas con que cazan los lobos). Entonces ¿qué novedad tiene esta habilidad para que haya que hacerla explícita como clave para el siglo XXI? La novedad es que este siglo exige que la educación estimule el desarrollo de la colaboración en todos cada uno de los y las estudiantes.

Manos a la obra entonces. Como la colaboración está íntimamente ligada a nuestro carácter gregario, su desarrollo no puede ser tan difícil. Parece que basta crear las condiciones para que ella aflore una y otra vez en las actividades escolares. Parece que se trata de poner a los y las estudiantes a trabajar regularmente en equipo para resolver problemas, dilemas o controversias que los desafíen, para que se active esta habilidad y se ponga a disposición del grupo para encontrar una solución.

A trabajar en grupo, siempre colaborando y a trabajar siempre en grupo y a elegir los integrantes del grupo siempre al azar. Esta práctica de desafiar en grupo a los y las estudiantes fomenta el interés, el compromiso y los engancha con la tarea. Más aún, esta práctica de desafiar a los y las estudiantes para que resuelvan problemas colaborativamente desata naturalmente otras habilidades, como por ejemplo la comunicación, el razonamiento, la argumentación, la negociación y el análisis. En particular, es interesante que la resolución colaborativa de problemas en grupos pequeños tiene un efecto en el desarrollo del coraje, una de las habilidades intrapersonales que es fundamental para la participación plena en la vida en sociedad. El grupo pequeño es un espacio de intimidad donde se pueden decir cosas que resultarían difíciles de confesar frente al curso completo, como por ejemplo “no entiendo”. También esta intimidad ofrece a los y las estudiantes la oportunidad de proponer ideas, estrategias o líneas de acción que jamás propondrían tratándose de grupos más grandes. Así se va desarrollando el coraje, paso a paso, con la fortaleza de las ideas producidas en el grupo, el o la estudiante crece y logra enfrentar al curso y va venciendo el temor y la timidez.

Nuestro currículo escolar incorpora la colaboración y el trabajo en equipo. En esta línea, el Ministerio de Educación dio una fuerte señal al establecer una disminución de contenidos en el Currículo Priorizado vigente en pandemia, pero manteniendo todas las habilidades y actitudes, incluyendo por supuesto la colaboración. Y con ello pone a los y las docentes uno de los más grandes desafíos de este período, que es desarrollar la habilidad de colaborar en los estudiantes, mientras están en sus casas. Muy difícil, casi imposible en muchos casos.

Pero el tiempo de pandemia pasará, no tan pronto, pero pasará, pues los procesos de vacunación que se están llevando a cabo dan luces de un futuro control del Covid-19 que permita la presencialidad y cercanía física en las escuelas. Entonces la evidencia de la prueba PISA, que a los y las estudiantes les gusta colaborar y que valoran la colaboración, los meses de confinamiento, la separación y silencio entre los y las estudiantes, cada uno en su casa, no perdonarán. Los y las estudiantes no entenderán que en la sala de clases se replique el padecimiento de pandemia, cada estudiante aislado en su asiento y en silencio, como si la pandemia se hubiera quedado para siempre.


Fuente: Patricio Felmer, director de la Iniciativa ARPA

Palabras Clave: colaboración   habilidades siglo XXI   PISA   pandemia  
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