Expertos coincidieron en que la neurociencia no da recetas para mejorar la educación

29 de Agosto de 2016
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Seminario organizado por el Centro de Investigación Avanzada en Educación abordó cuáles son las falsas creencias científicas en torno a la neurociencia que han llegado a las aulas y cuál es el potencial aporte que la neurociencia puede hacer a la educación.

El efecto Mozart, los estilos de aprendizaje, los periodos críticos, los ambientes artificialmente enriquecidos y la gimnasia cerebral. Esas fueron algunas de las falsas creencias científicas que fueron analizadas en el Seminario “Neuromitos en educación: Construir puentes, derrumbando mitos”, que se realizó el 17 de agosto en la Casa Central de la Universidad de Chile, organizado por el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE).

El seminario contó con la asistencia de más de cien educadores, profesores y público en general y fue inaugurado por la directora del CIAE de la U. de Chile, Alejandra Mizala. “Nos interesa acercar la neurociencia y el conocimiento que ha alcanzado al aula de clases, además de dar contexto y destruir algunos mitos. La colaboración entre neurociencia y la educación es interdisciplinaria y ambas pueden tener un insight producto de dicha colaboración”, dijo Mizala.

En la ocasión, el investigador del CIAE, Paulo Barraza dio a conocer los resultados de una encuesta que ha aplicado a más de cien profesores de educación básica, media y preescolar de todo el país y que da cuenta de que el 57% de los docentes entrevistados cree en neuromitos en educación. Asimismo, Internet y las redes sociales son los principales medios por donde se informan los docentes, seguidos por la TV por cable y por capacitaciones organizadas por sus propios establecimientos. “Dado el creciente interés de parte de profesores y educadores por las neurociencias en educación, resulta necesario abordar el tema con seriedad. No tomar los debidos resguardos puede ser campo fértil para pseudocientíficos que van a mal informar a los docentes”, dijo el experto.

Por ello, los relatores del seminario coincidieron en que es necesario establecer puentes de colaboración entre la neurociencia y la educación y que no se puede esperar que la neurociencia dé prescripciones a la educación. “La mayoría de las cosas que la neurociencia puede mostrar como evidencia a la educación ocurre en laboratorios, con ratas y en situaciones controladas. Las explicaciones que da la neurociencia tienen que ver con mecanismos neurobiológicos de conducta y aprendizaje. La educación, en cambio, parte del individuo y tiene que ver con la relación entre organismo y su conducta, con el ambiente familiar y físico, con la sociedad y el país”, dijo el doctor Pedro Maldonado, del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile.

Por ejemplo, Marcela Peña, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica, relató cómo partió la falsa creencia sobre que el ser humano no puede aprender más allá de los periodos críticos. Éstos se refieren a aquellos periodos en los que el niño estaría biológicamente determinado para aprender mejor y más rápido. El mito surgió desde fines de la década de los 50, a partir de estudios en animales.

La académica explicó que sí existen periodos donde ciertas habilidades se desarrollan con mayor facilidad, como el lenguaje y la visión, y que no son tan cortos, sino que duran hasta los 6 años de edad aproximadamente. El mito es que no se puede aprender fuera de ellos, lo que la ciencia ha demostrado que es falso. “Sí se puede aprender fuera de los periodos críticos. Por ejemplo, un adulto puede aprender un segundo idioma, aunque la estrategia para aprenderlo puede ser diferente y requerir de más esfuerzo y de más motivación”, explicó Marcela Peña.

Bajo el mismo principio surgió el mito de los ambientes artificalmente enriquecidos, esto es, que hay que estimular especialmente a los niños para que desarrollen su inteligencia. Videos, juegos didácticos y otros se lanzaron intentando responder a este supuesto hecho científico. “Los que sí sirven son ambientes naturalmente enriquecidos, que ofrezcan estimulación multisensorial y participación activa al niño, y que siempre tengan un componente de novedad”, aclaró Marcela Peña. Por ejemplo, en vez de entregarle a un niño un juguete didáctico, que siempre ofrecerá la misma estimulación, la experta recomendó la intervención de un adulto, que hará que el niño aprenda mucho más.

Efecto Mozart y otros mitos

En el seminario se analizó también el efecto Mozart, que ofrecía la posibilidad de ser más inteligente escuchando la música del célebre compositor. El mito surgió a partir de una breve investigación publicada en la revista Nature que analizaba el desempeño de individuos en actividades de razonamiento espacial tras escuchar cierto tipo de música. Sus resultados fueron publicados en el New York Times bajo el título “Escuchar música de Mozart te hace más inteligente”, lo que fue desmentido, incluso, por el propio autor del estudio original. “Numerosos estudios individuales y meta-estudios que se han realizado desde entonces no han encontrado efectos de Mozart en la mejora de habilidades cognitivas”, explicó Maldonado.

También se explicó por qué adaptar la clase a los diferentes estilos de aprendizaje es un neuromito. Barraza detalló que no hay evidencia científica que respalde esta práctica. “Desde hace más de 5 décadas educadores e investigadores han estudiado estilos de aprendizaje, concluyendo que no hay soporte empírico que sustente la práctica de adaptar la clase al estilo de aprendizaje de los estudiantes”, concluyó Barraza.

Además se refirió a la kinesiología educativa o gimnasia cerebral (BrainGym®), señalando que es una pseudociencia que no ha demostrado ninguna efectividad en condiciones controladas. Considerando esto, el investigador del CIAE llamó a distinguir la ciencia de la pseudociencia: mientras la primera descubre hallazgos basados en evidencia, formula aseveraciones conservadoras tentativas y basadas en dicha evidencia; la segunda selecciona evidencia para respaldar sus creencias, entrega aseveraciones grandiosas y evita las críticas y condena el disenso. La ciencia, en cambio, busca la crítica y la refutación.

“La neurociencia no es prescriptiva, no tenemos recetas para decirle a educadores lo que tienen que hacer en aula. Podemos decir lo que una rata puede hacer en una caja, pero no lo que un niño puede hacer en una sala. Para eso deberíamos hacer un estudio complementario con educadores en ambiente escolar. Antes de eso, las recetas son irresponsables”, dijo el doctor Pedro Maldonado, quien llamó a que educadores y neurocientíficos tengan expectativas realistas sobre lo que el otro puede dar.


Fuente: Comunicaciones CIAE

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