Reportaje: Brechas de género en educación y pandemia: un diagnóstico de académicas e investigadoras

09 de Marzo de 2022
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En el marco del Día Internacional de la Mujer, académicas e investigadoras analizan las brechas de género que se han profundizado en estos dos años de pandemia.

Según la UNESCO, crisis sanitarias traen consigo riesgos asociados con la equidad de género. Así sucedió con la epidemia del Ébola, donde, según datos de la misma institución, el cierre de escuelas llevó a la profundización de brechas, con un incremento en las responsabilidades domésticas y de cuidado para las niñas.

Así ha sucedido también con la pandemia del COVID-19, la que en dos años ha exacerbado las desigualdades existentes en educación relacionadas con las brechas de género. En el marco del Día Internacional de la Mujer, investigadoras y académicas remarcan que es necesario preguntarse si esta crisis en el sistema educativo ha afectado de manera distinta a niñas y niños.

Para Lorena Ortega, investigadora del CIAE con experiencia en temas de género, existe una clara preocupación respecto de que, a la intensificación de las brechas socioeconómicas y geográficas en resultados educativos, debido al cierre de escuelas y al diferencial acceso y experiencias de educación remota durante el período de pandemia por COVID-19, se haya sumado un aumento en las brechas de género en la salud y bienestar de las y los estudiantes, en sus aprendizajes y en sus trayectorias educativas”.

Si bien la evidencia sobre el efecto de la pandemia en las brechas de géneroen educación aún es limitada en nuestro país, existen algunos datos preocupantes.La encuesta del CIAE “Experiencias educativas en casa de niñas y niños durante la pandemia COVID-19” -dirigida a madres, padres y apoderados de estudiantes entre 4 y 18 años y realizada entre el 1 de septiembre y 14 de octubre del 2020- dio cuenta de que las niñas ayudaron más que los niños con las tareas domésticas del hogar como limpiar, ordenar y cocinar durante el confinamiento (73% niños versus un 80% niñas).

Estos datos fueron plasmados en el estudio “La fragilidad de la escuela en pandemia en Chile , que aborda cómo la educación chilena se vio afectada por la pandemia durante el 2020.Para Rocío Díaz, asistente de investigación del CIAE y co-investigadora del estudio, las cifras relativas a género son preocupantes. En su opinión todavía las tareas domésticas y de cuidados recaen en las mujeres producto de la división sexual del trabajo: “ellas sostienen el mundo privado -a través de la crianza y la sostenibilidad de los hogares-, mientras los hombres se han destacado en el mundo público”.

Si bien expresa que esta dualidad tan marcada se ha complejizado en las sociedades modernas, aún existen muchos temas pendientes. Entre ellos: “la invisibilización del trabajo de cuidados al ser no remunerado y la esencialización del rol de la mujer como la cuidadora principal de las infancias”, explica Díaz.

Por su parte, Tania Ponce, quien fue asistente de investigación del mismo estudio, agrega que "la vulnerabilidad a la que están sujetas las mujeres y niñas en términos de estas responsabilidades de cuidados o violencia de género, por ejemplo, influye directamente en los procesos de aprendizaje, seguridad personal y autoestima que construyen en sus trayectorias académicas".

Otro hallazgo de la encuesta da cuenta de que las madres fueron el principal apoyo para las actividades escolares de niños y niñas en casa, haciéndolo siempre o la mayoría de las veces (77%), en comparación con el nivel de apoyo provisto por el padre (26% siempre o a veces). “Esto da cuenta de una doble presencia de las mujeres, ya que muchas de ellas trabajan y vuelven a los hogares con una importante carga mental y de sostener el trabajo doméstico no reconocido, y que es ejemplo para niñas y niños que tienden a imitar estos roles que ven en sus padres”, explica Ponce.

En esta materia, la académica del IE e investigadora del CIAE Lorena Ortega, coincide en que las consecuencias pueden ser graves: “no sólo se reduce el tiempo disponible para el aprendizaje, y la recreación de las niñas, y para el trabajo remunerado y el descanso de las mujeres, sino que también se refuerzan estereotipos de género que asignan roles tradicionales a hombres y mujeres en la sociedad, contribuyendo a la reproducción intergeneracional de las desigualdades de género”.

Exclusión escolar, brechas digitales y salud mental

Otro punto crítico que, para la investigadora del CIAE, Lorena Ortega, se debe monitorear cuando hablamos de brechas de género y pandemia es la exclusión escolar. Según cifras del Mineduc, un total de 18.238 niñas y jóvenes abandonaron el sistema educativo durante el año 2020. Una situación que es advertida desde Comunidad Mujer, quienes en un reciente boletín sobre exclusión escolar con perspectiva de género, señalan que el panorama es especialmente complejo por el potencial aumento en el riesgo de embarazo adolescente, una de las principales causas de exclusión escolar de niñas y mujeres jóvenes. En esto concuerda Ortega: “es altamente probable que el embarazo adolescente haya aumentado debido al menor acceso a salud reproductiva, anticonceptivos y educación sexual, y a una mayor exposición a situaciones de violencia de género y abuso sexual durante la pandemia”.

Donde también hay que prestar atención es en las brechas de género relacionadas con las habilidades digitales. Según Ortega, estas brechas “pudieron haber condicionado el involucramiento en los procesos de aprendizaje remoto y la posibilidad de participar y navegar en línea de manera segura”. Añade que a esto se suma la preocupación por la participación diferenciada de niños y niñas en las interacciones profesor-estudiante en la educación remota, brechas que ya se habían identificado en la educación escolar presencial.  

La salud mental ha sido otro factor que se ha profundizado en esta pandemia y que parece haber afectado más a las niñas, las adolescentes y a los estudiantes LGTBI+. Un sondeo realizado por UNICEF en 2020 y que recogió las voces de 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años en nueve países y territorios de la región,  mostró que la crisis del COVID-19 ha tenido un importante impacto en la salud mental de las niñas y jóvenes: un 43% de las mujeres  jóvenes reportó sentirse pesimista frente al futuro, frente a 31% de los hombres participantes, mientras que pese a haber sentido la necesidad de pedir ayuda en relación a su bienestar físico y emocional un 43% de las mujeres no lo hizo, porcentaje menor al reportado por sus pares hombres.

Para Lorena Ortega, estos hallazgos se encuentran en línea con la evidencia reciente en otros contextos nacionales, como Islandia, Canadá y diversos países de la OECD,  en los que niñas y mujeres han reportado “un mayor incremento en sintomatología depresiva y en sentimientos de aislamiento y ansiedad”. 

¿Cómo disminuir estas brechas? Un regreso a clases con perspectiva de género

Para la académica Lorena Ortega, sin duda, el retorno a clases presenciales será beneficioso tanto para niñas como para niños, y representa en un escenario en el que promover una educación no sexista se vuelve aún más relevante. En este sentido, recomienda que “la escuela difunda mensajes de corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidado, ayudando a promover que el trabajo no remunerado se distribuya de manera equitativa en los hogares”.  En este punto el rol de los padres, madres y apoderados es clave: “también deben ser llamados a apoyar la igualdad de oportunidades de aprendizaje para niñas y niños, y a participar en la desarticulación de los estereotipos de género en la crianza”, remarca.

Además, entrega otras recomendaciones como utilizar evaluaciones formativas para realizar un seguimiento de los resultados del aprendizaje, desglosados por género y otras características sociodemográficas relevantes. El apoyo a los y las docentes también es crucial, puesto que ellos y ellas también tienen responsabilidades domésticas y de cuidado. Así, “es importante promover la retención en la profesión de las educadoras mujeres, que tienen un impacto positivo en los resultados de las niñas en tanto modelos de rol”, señala Ortega.

Remarca que es relevante también brindar orientación sobre temas que con frecuencia no se abordan en el currículum escolar formal, como la educación sexual integral y el aprendizaje socio-emocional, y ampliar los programas para prevenir la violencia de género. “Se debe capacitar y entregar herramientas a los diferentes actores educativos, diseñar e implementar acciones de prevención, protocolos y rutas de atención intersectoriales, y facilitar medidas de acceso a la justicia”.

Por su parte, la asistente de investigación del CIAE, Rocío Díaz, señala que es clave desarrollar una política educativa con perspectiva de género “que sea democrática, igualitaria y de visibilización de las diversidades sexo-genéricas en torno a la construcción del conocimiento”. Añade que la escuela debe tener esa mirada integral e inclusiva ya que su rol no es neutro, y tiene que tomar en consideración las desigualdades existentes que reproducen y legitiman la mirada androcéntrica de la sociedad”. En este camino, explica que es clave validar la propia experiencia de niñas y niños y estar abiertos a la escucha, pero a la vez a resignificar y deconstruir las prácticas cotidianas.


Fuente: Catalina Fuentes, periodista CIAE

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