Columna de opinión: Necesitamos un rescate educacional de proporciones

22 de Agosto de 2022
Compartir en redes sociales Compartir en Twitter Compartir en Facebook

En esta columna el académico del IE e investigador del CIAE, Roberto Araya, se refiere al posible impacto de la inasistencia a clases en el bienestar y desarrollo de niños y niñas.

La pandemia provocó un enorme terremoto con miles de muertes. Ha sido una pesadilla de olas tras olas que no parecían terminar. Pero un mega terremoto genera un tsunami. Hay rumores que es un tsunami educacional. ¿Será comparable a otras urgencias del país, como el cambio climático, la corrupción, la calidad de la salud, las bajas pensiones y la delincuencia?

Llevarlo todo a plata nos supera. La vida humana no se cuenta con monedas. Una alternativa es comparar con años de vida. Intentemos una estimación gruesa, que, aunque puede no ser exacta, nos permite dar cuenta de la magnitud del problema.

Nuestros estudiantes han estado casi dos años sin clases presenciales. Pero hay abundante evidencia que dejar de asistir a clases provoca menos años de escolaridad. Una de las primeras estimaciones proviene de un experimento natural en 1990 en Bélgica. Fue una huelga de profesores francófonos de un tercio de año. Sus estudiantes terminaron con casi un año menos de escolaridad que el resto. Así, los dos años de inasistencia por la pandemia se traduciría en Chile en cerca de 5 años menos de escolaridad. Además, la escolaridad afecta la esperanza de vida. Evidencia en EEUU desde el año 1960 indica que un año menos de escolaridad provoca casi 2 años menos de esperanza de vida. Es decir, si no recuperamos las clases, los estudiantes terminarán con cerca de 10 años menos de vida. Dados los cerca de 3 millones de estudiantes que están en los niveles preescolar a cuarto medio, esto se traduciría en 30 millones de años de vida perdidos. No son 30 pesos, ni 30 años. Son 30 millones menos de años de vida.

¿Qué tan dramático es esto? Existen diversas estimaciones en términos de pérdida de años de vida para los desastres provocados por el cambio climático, la corrupción, la calidad de la salud y seguridad social y la delincuencia. Pero antes de la pandemia estábamos sólo a un año de la esperanza de vida de Finlandia, el país reiteradamente más feliz en el Reporte Mundial de Felicidad. En el mejor de los casos, mejorando, con educación incluida, lográbamos ganar un año de vida para los 20 millones de chilenos. Claramente el tsunami educacional es mucho mayor que todo el resto.

¿Por qué entonces no vemos este mega tsunami?
Números muy grandes nublan al cerebro. Llevémoslo entonces a vidas completas. 30 millones de años de vida perdidos es lo que resulta de sacrificar 400 mil prescolares de 5 años de edad. Son 7 estadios nacionales repletos de prescolares muertos debido a nuestra inacción. Son números enormes. Aún si consideramos escenarios mucho más conservadores siguen siendo muy perturbadores.

¿Despierta nuestras emociones morales?
Comparémoslo con el trauma emocional que nos provocaría una exigencia como la que Dios hizo a Abraham de sacrificar a su hijo. O con el enorme impacto que produjo en 1960 la machi que lanzó al mar desde un precipicio al niño de 5 años José Luis Painecur, para calmar al mar tras el tsunami del terremoto de Valdivia.

Empatizar no es tan simple. Es una facultad maravillosa, pero adaptada para la vida ancestral donde vivíamos en tribus con a lo más 200 individuos, todos muy conocidos y cercanos. Peor aún, acuchillar o lanzar al mar, nos es radicalmente diferente a no hacer nada, aunque el desenlace sea el mismo. Paradójicamente, empatizamos al revés. Nos abruma la carga de trabajo necesario para recuperar y no nos abruma la pérdida de años de vida.
Recuperar un año y medio de clases presenciales para todos requiere un plan del tamaño CAE, como el de Biden, proporcional a la amenaza. Debería ser la iniciativa de mayor magnitud del país para los próximos 5 años. El rescate de los 33 mineros revolucionó al país, movilizó a la prensa y a las autoridades. Rescatar a nuestros estudiantes debería unirnos y movilizarnos a todos.


Fuente: Roberto Araya, académico IE e investigador CIAE

Palabras Clave: asistencia escolar   brechas   aprendizaje   pandemia  
CONTACTO COMUNICACIONES | contacto@ciae.uchile.cl
Cerrar
Sitio optimizado para browser Firefox y Chrome