Según estadísticas de Unesco, la movilidad estudiantil internacional se quintuplicó entre 1970 y 2013 y más de 4 millones de estudiantes se movilizaron a nivel mundial ese año. Sin embargo, después de esa creciente expansión, el análisis internacional se comienza a centrar en los desafíos que supone la internacionalización de la educación superior. Precisamente el alto costo de la movilidad estudiantil y barreras difíciles de franquear como el inglés, han colocado el debate en el efecto que tiene la movilidad estudiantil en las brechas sociales. Ese fue el tema principal que expuso en el CIAE de la Universidad de Chile, la doctora Alma Maldonado, investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de México.
Invitada en el marco del proyecto FONDECYT 1170374 “Medida de gratuidad en el contexto de la reforma de la educación superior en Chile: discursos heterogéneos y proyecciones a futuro”, Maldonado conversó con el CIAE sobre este tema.
Al respecto, precisa: “La literatura muestra que la movilidad internacional puede disminuir o acrecentar las diferencias sociales, porque quienes tiene posibilidad de tener esas experiencias son estudiantes que tienen recursos económicos y académicos, además de capital social. Pero también la literatura dice que los estudiantes de estratos socioeconómicos no privilegiados que acceden a este tipo de experiencias, pueden tener experiencias muy interesantes y generar un cambio respecto de la forma como aprovechan esas posibilidades. Por ejemplo, puede abrir horizontes educativos que de otra manera no se abrirían”.
-La movilidad estudiantil se concentra en algunas pocas universidades, en su mayoría de elite, que tienen altas barreras de ingreso, como el manejo del inglés. ¿Eso genera una elitización de la movilidad estudiantil?
Hay que mirar las asimetrías internacionales. Los países que tienen más privilegios para internacionalizar su educación superior, están usando esa ventaja. No van a ser ellos quienes van a modificar esas políticas. Ahí es donde los países que tenemos más desventajas debemos preguntarnos qué queremos hacer nosotros, por qué muchos de nuestros estudiantes quieren ir allá. Y ahí viene todo el debate de la cooperación norte-sur y sur-sur. Y en ese sentido creo que no sólo es cooperación, sino que también es competencia. México, por ejemplo, no sólo está preocupado de cooperar con la región, sino de posicionar a su sistema educativo. Y eso sucede en los otros países. Tenemos que discutir esas tensiones, pues estamos inmersos en ellas.
-¿De qué manera la inversión de los países en movilidad internacional, a través de becas, por ejemplo, debe incorporar este aspecto de la equidad?
El sistema de educación superior de los países de América Latina está muy estratificado. Desde ese punto de vista, debemos pensar cómo responder a estas políticas y no sólo decidir que una o dos instituciones sean competitivas a nivel internacional, sino ver qué pasa con las demás.
-¿Existen experiencias masivas de inclusión en movilidad estudiantil?
Países como Brasil, Venezuela, Colombia lo están discutiendo. En México hay becas de posgrado para población indígena, pero es aún son limitadas. Europa lo pensó con el programa Erasmus, que daba becas de forma segmentada, lo que hizo que fuera más plural el acceso a estas oportunidades. Pero aún nos falta mucho, porque uno podría permitir el acceso a un sujeto a oportunidades, pero con eso no cambia todo el sistema. Y ese análisis pasa por el viejo debate en la educación superior respecto de si sus beneficios son colectivos o sociales. En ese sentido, nos falta ser más claros, en términos metodológicos, de cuáles son los beneficios sociales o colectivos, más allá de las narrativas. Y en cambio sí hay un debate econométrico muy detallado respecto al retorno privado de la educación superior.
-Usted mencionó un programa de intercambio de estudiantes técnicos de México con Comunity college de EEUU. ¿Cómo fue esa experiencia?
Estudiantes de institutos técnicos (carreras de dos años) fueron 4 meses a los EEUU a instituciones pares. La posibilidad de poder viajar y conocer la vida universitaria fue muy importante para ampliar sus horizontes educativos, sobre todo considerando que sus padres no habían llegado a la universidad. Esta posibilidad, en la gran mayoría, fue un impulso para continuar estudios. Lo que nos falta es ver si en efecto con el paso del tiempo esta experiencia sí marcó la historia de vida de ellos o si quedó como una anécdota.
-¿El programa Erasmus tuvo impacto en movilidad social?
Los estudios demuestran que los estudiantes que tuvieron acceso a la movilidad internacional tuvieron más posibilidades de empleo, pues habían desarrollado un tipo de competencias muy útiles, como la adaptación, la flexibilidad, etc.