La irrupción de la inteligencia artificial, en particular de los grandes modelos de lenguaje, nos ha colocado ante un punto de inflexión educativa. Un futuro donde la interacción con agentes artificiales será cada vez más cotidiana, es un gigante meteorito que se acerca, y nos exige prepararnos con una transformación profunda del currículo.
La IA es una espada con doble filo: una promesa de progreso sin precedentes y un riesgo existencial que supera por varios órdenes de magnitud al del cambio climático. Tenemos que comprender y aprovechar su potencial, al tiempo que desarrollar las competencias necesarias para navegar sin riesgos en este nuevo mundo.
Uno de los mayores desafíos es comprender la psicología de los agentes artificiales. Se encuentran en un limbo entre lo humano y lo mecánico, desafiando nuestras intuiciones sobre la confianza y la interacción social. No mueren ni tienen familia y, por tanto, no tienen miedo a la muerte, ni a la exclusión social, ni al ostracismo. Poseen una psicología de extraterrestres, muy ajena todo lo conocido. Necesitamos enseñar a nuestros estudiantes a reconocer estas diferencias y a desarrollar las habilidades para interactuar productivamente con ellos.
Sin embargo, la reciente actualización curricular parece no estar al tanto de este desafío. Si bien se mencionan los objetivos de aprendizaje transversales, estos no parecen estar alineados con las realidades de la era de la IA. La ausencia de referencias en los objetivos de aprendizaje en cada asignatura a conceptos claves como los algoritmos subyacentes a los modelos de lenguaje, aprendizaje automático o modelamiento computacional con agentes es una omisión notable. Falta, por ejemplo, abordar el enigma del origen de la increíble capacidad de los algoritmos IA para sintetizar textos, articular argumentos y crear imágenes y melodías que nos conmuevan. Está desechada la excelente oportunidad de conectar estrechamente lengua y literatura, matemática, historia, ciencias naturales, tecnología, educación física y artes.
Además, la actualización curricular no aborda de manera explícita el desarrollo de habilidades socioemocionales fundamentales para la interacción con la IA, como la honestidad, la generosidad y la confianza tanto en cercanos como en terceros completamente desconocidos. Estas habilidades son cruciales para construir relaciones sólidas y confiables, tanto con personas como con máquinas. Los agentes artificiales nos leerán la mente mucho más fácilmente que nosotros a ellos. Aprender a confiar en ellos requiere una metacognición de mayor profundidad.
Afortunadamente, no estamos solos en este desafío. En los últimos años, el CIAE junto con diversos países y organizaciones internacionales hemos desarrollado propuestas curriculares para la enseñanza de la IA. Por ejemplo, introducir en educación básica el algoritmo del descenso más profundo, que es un pilar central en IA, mediante actividades para colorear trayectorias de perritos en tableros. Con la Academia de Ciencias de Singapur y la Asociación de Profesores de Matemáticas de ese país, con APEC, y con la Organización de Ministerios de Educación de los países del Sudeste Asiático, hemos trabajado en proyectos como “¿Coloreai tú o coloreo yo?”, que demuestran que es posible aprender los conceptos computacionales y sociales de la IA, utilizando materiales concretos y actividades prácticas. La buena noticia es que, al combinar el aprendizaje entre pares en actividades lúdicas y artísticas, enfocadas en resolver y plantear problemas, podemos ayudar a nuestros estudiantes a desarrollar un pensamiento computacional creativo.
La actualización curricular representa una oportunidad única para preparar a nuestros estudiantes para el futuro. Sin embargo, para aprovechar al máximo este potencial, es necesario incorporar de manera explícita la inteligencia artificial en los currículos de todas las asignaturas, desarrollando competencias transversales que permitan entender bien la psicología de los agentes artificiales, interactuar de manera efectiva con ellos y comprender las implicaciones personales y sociales de este nuevo tipo de compañeros. Necesitamos convertir a nuestros estudiantes en ciudadanos preparados para crear y conducir las fascinantes transformaciones que vienen.
Roberto Araya, investigador CIAE U. de Chile