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Evaluación para el aprendizaje: el camino hacia donde debe apuntar nuestro sistema educativo

lunes, 30 de septiembre de 2019
En esta columna, la profesora titular del Instituto de Estudios Avanzados en Educación, Carmen Sotomayor, analiza la excesiva importancia de las notas y explica cómo debemos avanzar hacia lo que se conoce como “evaluación para el aprendizaje".
Evaluación para el aprendizaje: el camino hacia donde debe apuntar nuestro sistema educativo

Es sorprendente el peso que se ha dado a las evaluaciones en nuestro país en las últimas décadas. Se ha instalado una cierta idea, más o menos explícita, de que mientras más se evalúe a los estudiantes, estos aprenderán más. Lo anterior lo vemos reflejado en una gran cantidad de evaluaciones estandarizadas, en casi todas las materias escolares, como también en un excesivo número de pruebas en el aula,  desgastando a los docentes que deben construirlas y luego revisarlas.

Respecto de las pruebas estandarizadas, estas son necesarias para evaluar en términos generales la marcha del sistema educativo. Son necesarias como un termómetro que puede indicarnos qué áreas del aprendizaje se han desarrollado mejor o peor, de modo de diseñar políticas educativas más específicas y focalizadas. Podrían también ser útiles para los establecimientos escolares, en la medida que les entreguen reportes desagregados por habilidades en las distintas materias escolares, que permitan a los docentes tomar decisiones pedagógicas. Sin embargo, estas pruebas no han demostrado tener ningún efecto positivo por la competencia que se pueda dar a partir de la comparación de unas escuelas con otras, porque las realidades de los establecimientos son muy disímiles y cambiantes, y los resultados de aprendizaje de los estudiantes dependen de múltiples factores, no solo escolares, sino también individuales y familiares.

En cuanto a las evaluaciones de aula, existe hoy en pedagogía una tendencia que se ha conocido como “evaluación para el aprendizaje”. Como su nombre lo indica, se trata de una evaluación en que el foco está puesto en que el niño o niña aprenda. Por ello, la distinción entre enseñanza y evaluación es mucho más tenue. Esto quiere decir que mientras se enseña también se está evaluando. Este enfoque de “evaluación para el aprendizaje” se traduce, por una parte, en  monitorear, verificar, observar cómo están avanzando los estudiantes en su aprendizaje. Cuáles son sus dificultades o errores más frecuentes. Qué preguntas o términos  no entendieron. Qué estrategias cognitivas están desarrollando para comprender tal o cual contenido. Por otra parte, la “evaluación para el aprendizaje” se concretiza en la retroalimentación inmediata y específica, individual y colectiva,  frente a los problemas que se van observando.

Tal enfoque se basa en el juicio profesional de los docentes y es hacia allá donde debe apuntar nuestro sistema educativo. Ese juicio  se forma del conocimiento diario y por períodos largos de sus estudiantes, así como también de su preparación pedagógica y disciplinar. Por ello, las políticas educativas debieran fortalecer, por una parte, las capacidades pedagógicas y disciplinares de nuestros maestros. Por otra, debieran incentivar más espacios de desarrollo profesional docente en la escuela o a nivel local para que puedan compartir y desarrollar mecanismos concretos de juicio profesional y evaluativo a fin de monitorear y retroalimentar los aprendizajes de sus alumnos. Esto tendría un efecto directo en la calidad de los aprendizajes de nuestro sistema educativo.

Autor

Carmen Sotomayor, investigadora CIAE, profesora titular Instituto de Estudios Avanzados en Educación.

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