“Juan vio a María”, es una frase gramaticalmente correcta. En cambio, la oración “Juan la vio a María” ¿es lingüísticamente correcta? Sí lo es en algunas variantes del español, sostienen los expertos en adquisición del lenguaje de Argentina, Brasil y Estados Unidos que visitaron el Centro de Investigación Avanzada en Educación de la U. de Chile (CIAE), para realizar, en conjunto con investigadores del CIAE, un workshop sobre variación sintáctica y adquisición de la primera lengua.
“El hablante adecua el uso lingüístico a la situación, pero es importante reconocer que no hay hablantes que hablen mal su propia lengua. Porque cualquiera que sea la variedad que use, siempre será un hablante nativo de su lengua. Es decir, un hablante que conoce qué forma parte de su dialecto y qué no. Lo que tenemos que reconocer es que hay variedades y diferencias”, dice Pablo Zdrojewski, investigador de la Universidad de Buenos Aires.
Por ejemplo, el uso del pronombre “la” junto a “a María” es una propiedad característica del español rioplatense, así como el “vos”. En este dialecto, los hablantes a veces dicen “Juan vio a María” y a veces “Juan la vio a María”. Los expertos explican que el niño debe entender que estas expresiones son iguales, porque ambas se refieren a que Juan vio a María, pero son diferentes porque no se usan de manera intercambiable.
Investigar cómo los niños adquieren (o aprenden) las diferencias sutiles de su lengua materna fue el objetivo principal de la reunión que convocó a estos investigadores en el CIAE.
Comprender cómo los niños aprenden las propiedades de las formas que se solapan o duplican permite a los lingüistas entender cuáles propiedades del lenguaje que los niños escuchan en el input son las que importan para aprender una lengua. Así, los lingüistas entienden mejor cómo las lenguas cambian cuando entran en contacto con otras lenguas.
En el workshop, los expertos analizaron cómo la variación sintáctica afecta el proceso de adquisición del lenguaje en los niños. En él, participaron académicos de las universidades de Campinas (Brasil), Buenos Aires y Nacional General Sarmiento (Argentina), y de Michigan State y Penn State (EE.UU.). Por parte del CIAE, participaron los investigadores Carolina Holtheuer y David Gómez, además de la directora deRR.II., Cristina Lazo.
“El aprendizaje de la lengua materna es parte de la programación genética de una persona. Los niños nacen e inmediatamente comienzan a aprender la lengua a la que están expuestos”, dice la investigadora de Michigan State University, Cristina Schmitt. Entonces cuando un menor está expuesto a un ambiente donde se habla cierto dialecto o una variedad de la lengua lo aprenderá.
Así, a los 3 o 4 años, el niño ya ha adquirido las principales estructuras gramaticales, no en términos normativos, sino de su uso. “A medida que crece, el niño adquiere léxico y mayor destreza en el lenguaje, pero las estructuras gramaticales ya están”, explica Lucía Brandani, investigadora de la universidad Nacional General Sarmiento y de la de Buenos Aires.
El conflicto, dicen los investigadores, aparece cuando el menor llega a la escuela a aprender el lenguaje formal y, para la escuela se produce cuando debe ésta enfrentarse, producto de la masificación de la educación, a cada vez más niños que provienen de ambientes donde se hablan dialectos o distintas variedades del lenguaje. Este es el caso de las regiones en las que existe contacto entre dos lenguas como el español y el mapuche o el español y el guaraní, explica Alicia Avellana, académica de la Universidad de Buenos Aires que estudia la influencia del guaraní en variantes del español.
Otro ejemplo, agrega Schmitt, son los niños afroamericanos en Estados Unidos. “Los niños parten muy vocales y cuando llegan a la escuela se vuelven monosilábicos, dejan de hablar, porque en la escuela les dicen que su forma de hablar es incorrecta, que su vocabulario no encaja y se sienten ajenos al sistema escolar”, afirma Schmitt.
¿Cuál es el problema? La escuela trata de enseñar un lenguaje formal, señalando que las variedades lingüísticas adquiridas por los niños, en especial por los más desaventajados son erróneas. “En muchos países no se aceptan ciertas construcciones del lenguaje, porque son lingüísticamente atribuidas a grupos más desaventajados”, opina Aroldo de Andrade, académico de la Universidad Estatal de Campinas y de Sao Paulo Research Foundation. Agrega como ejemplo que en Brasil se enseña en las escuelas el portugués de Portugal y no el de Brasil, que es el que habla la población.
La consecuencia es que los niños aprenderán que su lenguaje y el de su entorno están errados. Además, se dificulta la adquisición del lenguaje escrito, lo que repercute en su autoestima, con consecuencias sobre su desempeño en la escuela. Desde el punto de vista lingüístico, ello supone que las personas caen en una suerte de “sobrecorrección” de su propio lenguaje. El dequeísmo y el sobreuso del término ‘lo cual’ son algunos ejemplos de lo anterior.
Para los expertos, la escuela debe reconocer que hay diversas variedades lingüísticas o, al menos, no desprestigiarlas . Más bien, agregan los especialistas, lo que debe enseñar el sistema escolar a los niños es a usar el lenguaje de manera distinta según el contexto y el registro en el que están inmersos. Los niños deben lograr dominar el lenguaje formal sin perder la habilidad de comunicarse. No puede ser uno o lo otro. Mientras más se conozca sobre el funcionamiento de los diferentes dialectos más se podrá ayudar a que los profesores acorten la distancia que existe entre el lenguaje formal escolar y el lenguaje que se habla en casa.